Llego con la cabeza de vigilia,
pura luz acosada, trashumante,
luz originaria, vegetal,
vengo con las manos adelgazadas
de nupcial vértigo de mayo,
del sueño lustral de la sed mordida,
de las constelaciones primeras.
Vengo del cristal más fijo de la tierra,
de la insumisión irreductible de la llama.
Traigo un torbellino de lenguas alzadas,
de cuerpos alzados y desnudos,
de buques de vuelo duro y fuerte,
traigo un idioma salvaje y oscuro,
un idioma acribillado en el labio
por los siglos de los siglos innumerables,
por los dolientes ecos de las generaciones,
por las miles de muertes muertas sin mí,
por los miles de ojos sangrando sin mí,
por las miles de sílabas
en las que arde mi nombre.