Los sacerdotes egipcios fueron nuestros últimos testigos;
perduró la leyenda por boca de Platón.
Nueve anillos de agua y nueve de tierra,
y de anillo a anillo construimos puentes.
Rodeados del favor de los dioses
modelamos la alegría de los metales preciosos,
cultivamos la perplejidad de la filosofía,
la magia de la poesía.
Cuando los vientos nos fueron favorables
surcamos los mares con nuestros tesoros:
nos arrojaron de todas las costas
y fueron malditos nuestros magos.
Inútil fue regresar:
nuestra tierra se encontraba en el seno de la tierra.
Fuimos condenados a vagar la eternidad.

Somos los Atlantes,
naufragamos con nuestras riquezas.
A veces,
en mitad de la noche
nos humilla la poesía.