Domine, si tu es, iube me
venire ad te super aquas.
Mateo XIV, 28



Parecía cosa fácil
repetir el prodigio
en aquella noche signada
de gracia poderosa,
cosa fácil vencer
la lógica y las fuerzas
con que se rigen el mar y el turbión
que azotaba las naves.

Pero no era tiempo aún sobre las islas,
ni era acabado el misterioso aprendizaje.
Y ese sendero que en la noche
aquella no pudimos caminar,
ya no volveríamos
nunca a caminarlo, ya nunca el mar
su ruta nos ofrecería,
ni la tempestad sus turbiones.

Y sin embargo, ¿no fue en adelante
nuestra vida el reflejo
de esa infinita noche fabulosa?
¿No fue en adelante nuestro camino
endeble como el mar,
su lógica y sus fuerzas,
un arriesgarnos siempre
más allá de las naves?