Es de noche. En la sala silenciosa
flota un alma ancestral y cariñosa:
es la noble figura de mi abuela,
que benigna me ve desde su tela;
retrato al óleo en pálidos colores
que me habla de años idos y mejores.

Sobre el fondo monótono y oscuro,
en la orgullosa vetustez del muro,
destacase con garbo y gentileza...
los dedos largos, finos, inquietantes,
cuajados de sortijas de diamantes;
breve y recta nariz, labios sensuales,
grandes ojos dormidos y orientales
con ojeras; indómitas guedejas
crespas pestañas y sutiles cejas;
en la manta magnífica del pelo,
tan negra como el negro terciopelo,
que en su opulencia majestad oscura
hace más negra la lilial blancura
alto el moño y en él bucles lucientes
cual fantástico nudo de serpientes,
y hendiendo su masa suave y prieta
la gloria de carey de una peineta.