porque ha mil años que lloro
trabajos de mi destierro,
que fueran de muerte en otros.
Sin cuerdas el instrumento,
desacordado de loco,
con cuatro clavijas menos,
cubierto y lleno de polvo,
ratones han hecho nido
en medio del lazo de oro
por donde el aire salía,
blando, agudo, grave y ronco.
Muchos piensan, y se engañan,
que pues callo piedras cojo,
y mala landre me dé
si no es de pereza todo;
fuera de que ha pocos días
que ciertos poetas mozos
dan en llamarme Belardos,
hurtándome el nombre solo.
Substitutos de mis bienes
y libres de mis enojos,
revocan mis testamentos,
de mi desdicha envidiosos.
Un codicilo se canta,
en que dicen que revoco
todas las mandas pasadas:
Dios sabe lo que me corro.
Los estrelleros de Venus
le dan más priesa que al moro
que de Sidonia partía
a impedir el desposorio.
En fe de mi nombre antiguo
cantan pensamientos de otros,
quizá porque siendo males
yo triste los pague todos.
Por algún pequeño hurto
echan de la casa a un mozo
y si algo falta después.
aquel se lo llevó todo.
¡Oh Filis, cuán engañada
te han tenido maliciosos,
pues ha tres años y más
que aun a solas no te nombro!
Si escribo de ajenos gustos
algunos versos quejosos,
gentilhombres de tu boca,
te los pintan como propios;
y con estar por tu causa
que aun apenas me conozco,
y con tres años de ausencia
quieren decir que te adoro;
y plega a Dios que si hoy día
a su brazo poderoso
para ti no pido un rayo,
que a mí mate con otro.
¿Soy por dicha Durandarte?
¿Soy Leandro? ¿Soy Andronio;
o soy discípulo suyo
o tú del viento furioso?
¡Mal hayan las tortolillas,
mal haya el tronco y el olmo
de do salieron las varas
que el vulgo ha tirado al toro!
Lisardo, aquel ahogado
como Narciso en el pozo,
antes que a la guerra fuese
dijo bien esto del olmo:
¡Oh, guarde Dios a Riselo,
guarda mayor de mi soto,
que mi vega maldecía
por barbechar sus rastrojos!
Todo el mundo dice y hace;
yo lo pago y no lo como,
y hecho Atlante de malicias
sustento un infierno en hombros.