Con mis labios valoro tu presencia
ungida en sombra -oscurecido vino-
siguiendo el suave litoral marino
de la medrosa flor de tu inocencia.

El tacto, al deletrear tu adolescencia,
percibe la belleza del camino,
que aumente mi pasión y yo me obstino
en ganarme el azúcar de tu anuencia.

Labios y tacto en atrevido nudo
cruzan la noche de tu piel de lumbre
grabándote el sabor de lo ignorado.

Y atado al goce de tu amor desnudo,
vivo el instante de la certidumbre
de haber construído tu primer pecado.