Te miré a los ojos
y tú
respondiste a mi mirada
como si ya me supieses
de otro tiempo.
Durante aquel instante
nos amamos,
nos cubrimos el uno al otro
de besos,
escribimos nuestros nombres
sobre la arena de la playa,
tuvimos miedo a perdernos
y nos abrazamos,
y nos hicimos promesas
que perdurarían
eternamente,
y como el tiempo
-a pesar de su ceniza-
no puede borrar
aquello que se ama
tan apasionadamente
yo aún permanezco allí,
en mitad de la plazuela,
mirándote a escondidas
mientras me observas,
perdido ya por siempre
en lo más profundo y lejano
de tus ojos.