La espuma y altas proas en la espuma
de las playas de Italia y de Virgilio.
Ese Eça de Queiroz —tan estirado,
y toda la ironía que se trae en sus páginas.
París, que se resume en las mañanas
grises de Simenon. My rose, my rose,
tenue final de un soneto de Shakespeare
que hoy quisiera olvidar.
Ah, mis amigos,
mis jóvenes amigos, tan cachondos.
Mis amigos más fieles, los que nunca
nunca, ni a bien ni a mal, me dejan solo.
Nulos, anonadados, perfiles ya
en brazos de la muerte y sin embargo
aún conversan conmigo tan pimpantes.
(Pero de qué me valen todos ellos
si a mi rosa de júbilo y de espanto
la separan de mí, como la fiera,
espacio y tiempo y ritos y temores.)