Piel de durazno,
brillante como luna,
¿adónde dejaste
tu mirada acogedora?
¿Te vestiste de negro
antes de matarme, esposa mía?

Moriré con ternura,
disfrazada de víctima
por tu acto final.

Pero, detrás de las cortinas
serás mía, y de ningún otro.

Te encerraré
en la jaula de mis huesos
y tú harás
de mi cuerpo tu morada.

Sólo,
no me pidas amor
porque no puedo darte
más de lo que soy.

De La carne del tiempo, Editorial Artificios, Bogotá, 2002