Nieve. Toda la tarde ha nevado.

Empezó primero por manchar la verja,
la acera, las ventanas.
Ha cubierto después los rosales,
los peldaños, las macetas.
Una sucesión precisa, matemática casi,
como las migrañas en la tarde:
pulsos en las sienes, dolor, aplastamiento.
Hasta que un calmante lo droga
y quedo inmóvil como un móvil de Calder
antes de que lo agiten unas manos o el viento.

Cefalea, nevisca, muerte, ¿por qué se asocian
en un motivo del arte contemporáneo?
¿Por qué si estás, estoy completamente vivo?

Pero anochece y sigue nevando. Una nieve
ajena a la de la infancia, cuando
la habitación, el día no quedaban oscuros
y el blanco era el blanco, lento deshacer del tiempo.
No, esta nieve es otra. Nieve que aleja y separa,
oculta los caminos, borra las huellas, ahuyenta
los pájaros. Es el presagio, la contingencia terrible
de que mañana no estés.

Nieve. Desde tu ausencia sigue nevando.