¿POR qué amaba aquellos devastadores viajes en tren?

Apenas si abría la boca o aguantaba en el mismo asiento. Miraba por la ventana el paisaje discontinuo y mi pensamiento era la discontinuidad misma.

Yo no he podido sostener nada jamás ni siquiera el miedo.

Y, sin embargo, cambiando de máquina en la frontera, el tren llegaba a destino y el mar seguía en su sitio.

(de El cónsul del mar del Norte, 1990)