No tardaré. No llores.
Yo para ti he cogido
del áspero romero azules flores;
las aves en su nido;

cristales en las grutas;
las mariposas en su vuelo incierto;
y de los viejos árboles del huerto
las sazonadas frutas.

Y he aprendido las lánguidas querellas
que cantan al bajar de la montaña
los grupos de doncellas; y la conseja extraña
que, mientras silba ronco
el viento en la vetusta chimenea,
cuenta alrededor del encendido tronco
el viejo de la aldea.