No me toques. Soy un mago que no desaparece nada (la facultad de borrar me fue retirada de castigo, hace muchas vidas, por haber querido que vieran portentos una corte de ciegos y tuertos). No sé más que multiplicar.
Ningún roce en mi piel, ningún sonido que cayera por inadvertencia tuya en la flor carnívora de mi garganta, será ahí disuelto. No te preguntes qué instrumentos puedo convocar a la existencia con una sola mirada.
Tomado de Razones para la redención del zafiro, Ed. Filodecaballos, Guadalajara, México, 2003.