Afuera; en las calles hay olvido de vehementes tormentas.
Afuera; desde las ramas de un árbol sigue brillando el sol.
Afuera; sopla el viento revolviendo las hojas apagadas
y el silencio se torna más mudo todavía.

Hay un gris que despierta en el aire deshojando mi aliento,
hay un rumbo que me invita a tomarlo por las veredas solitarias.
Seguirlo es, para mí, una manera de decir;
caminemos juntos.

Otoño siempre tiene algo de sueño escondido entre sus pliegues.
Es la manera de decirlo todo sin pronunciar palabra.
Es la pausa de algo, el por qué de alguien.
Es estar solo y a la vez acompañado
en la intimidad indecente de la conciencia.

El repiqueteo constante de una agradable nostalgia
que se vuelca sobre las calles que camino.
Es estar parado donde siempre quise:
sobre la sombra de un árbol desnudo.

Es recostarse en el calor de una vieja estación vacía,
esperando que alguien se lleve la mañana por delante
y seguir andando con las suelas llenas de hojas
hasta la próxima curva.

Otoño siempre tiene algo de sueño escondido entre sus manos
para dormirlo todo.

Soñarlo es para mí una manera de decir;
ven, el otoño, más que mío es tuyo,
más que tuyo, es nuestro...
ven, para que entremedio de los árboles sin hojas,
por una vez, por esta vez, caminemos juntos.