de un blanco tan intenso la carretera,
que hiere la retina con la blancura
de la plata bruñida que reverbera.
Allá lejos, muy lejos, una palmera,
tras unas tapias rojas, a grande altura,
como el airón flotante de una cimera,
levanta su penacho de fronda oscura.
Llego al lejano huerto; bajo la parra
que da sombra a la escena que me imagino,
resuenan los acordes de la guitarra;
rompe el silencio una copla que ensalza el vino...
y al monótono canto de la cigarra
avanzo triste y solo por el camino.