No pegas ojo,
ni te internas en galerías
de lunáticos minotauros.
La vista reposa en los planos de color
como en los descansillos de una escalera,
y se reúne, con las demás flores en el patio,
fino igual que una puntada.
Son figuras de agua
que se devanan en superficies de azogue,
hermosas, resplandecientes,
como una gata en una covachuela.
Y al fin, la voz,
dejándose envolver en la ligereza de la luz,
herencia de párpados inicuos
y brumosas noticias de última hora.