No hables de paisajes a la más bella de todas.
La sola voz enturbiaría su corazón.
Preferible si el incienso inunda de cortinas,
invade con la tibieza de otrora horizontes.
Besa su asombro,
despacio muy despacio dile su beldad en letras de coral,
corónala con los ojos cerrados.
Cuando llegue la desnudez –portera del paraíso-
cúbrela de mimos
y cuelga la piyama en las estrellas más lejanas.