Tratame como a tu pipa, decís,
tu cuerpo y el mío desnudos.
Entonces mis manos recorren tus formas,
sensuales, armónicas,
comienzo el ritual de encender el fuego,
un fuego parejo y perdurable,
del que las volutas se desprendan
trazando arabescos de danza derviche.
Y muevo mis labios, disfrutando,
paladeando cada instante.
Vos estás cálida entre mis manos,
como entregada a mi placer
que es también tuyo.
Estás entre mis manos
hasta que se acabe tu fuego
y quede sólo el calor,
tu cuerpo caliente
en el que la hoguera
quedó en los ojos.