Respiras con ese sonido de mar. Oyes un tintinear de copas. En cada ojo te florece un ciclamen. Les encuentras a los peces un parecido con los pájaros, en las dorsales, el abrigo de mercurio cuando nadan alto entre los cumulonimbus. El retorcerse grácil de la luz es un mimo de ellos en sus respectivos elementos.
Ah, las lágrimas son pequeñas flores de la mar grande.
Tomado de Si acaso hubiera, Ed. El Cálamo, Guadalajara, México, 2003.