Hemos encontrado el camino
un día deshojado de tiniebla.
Hemos estado allí bajo el gran olmo
custodio del pensar de un muerto célebre
cuidador de gorriones.
Nos hemos detenido allí a eternar
con las piedras del suelo y las campanas
en memoria del jazmín y la orquídea,
casi olvidados del creciente invierno.
Existe pues la plaza, pero un día
tratamos de mostrarla y no aparece
como si la ciudad tuviera
vergüenza de entregar lo bello.
Nos ha dejado estar en ella solos:
se esconde si queremos compartirla.
Fugada reaparece en la otra plaza
pidiéndonos sin voz le restauremos
su íntimo esplendor de nacimiento.
Madrid, 1987
(Vuelta, México, Sept. de 1994)