Para escribir este poema,
pasé años buscándome las manos.
Debí quitarme telarañas de los ojos;
poner mi corazón al ritmo de las circunstancias
más que al de las novias efímeras
y, sobre todo, no olvidar que el poema
es la síntesis de toda una vida.

Para escribirlo, no escogí palabras
ni nube en que sentarme.
No era cosa de hablar a solas
y descubrir la rima en el eco de mi cuarto.

No es nada íntimo
ni cosa privada, mucho menos.
Cada quien que aparezca con su dolor o su ternura
lo encontrará abierto,
como el mar a las navegaciones.