Los suspiros son aire y van al aire
las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando un amor se pira,
¿sabes tú dónde va?

Bajaba todos los días
de su casa a la estación
con un libro entre las manos
de Bécquer o Campoamor.

Era delgada y morena,
era de cintura fina,
era más cursi que un guante
la señorita Adelina.

Y como ver pasar trenes
era toda su pasión,
en el pueblo la llamaban,
la Niña de la Estación.

¡Adiós, señor, buen viaje!
¡Adiós, que lo pase bien!
¡Recuerdos a la familia!
¡Al llegar escríbame!
¡Mándeme usté la sombrilla!
¡No olvide "La Ilustración"!
¡Y no olvide que me llaman
la Niña de la Estación!

Volverán las oscuras golondrinas
en mi balcón sus nidos a colgar,
pero aquel ambulante de correos,
aquel no volverá...

Descarriló el tren expreso
una mañana de abril
y aquel descarrilamiento
hizo a Adelina feliz.

Ella vendóle la frente
y lo cuidó como a un niño,
y él, que era guapo y valiente,
juróle eterno cariño.

Y luego cuando a la noche
volvió a partir en el tren,
con voz de carne membrillo
así le dijo al doncel...

Adiós, amor, buen viaje.
Adiós, que lo pases bien.
Recuerdos a tu familia.
Al llegar escríbeme.

No te olvides del retrato,
mándame "La Ilustración"
y no olvides que te espera
la Niña de la Estación.

Mi carta que es feliz, pues va a buscaros,
cuenta os dará de la memoria mía.
Aquella mujer soy, que de esperaros,
se quedó en la estación helada y fría.

Pasaron meses y meses
y aquel galán no volvió
y Adelina se ha casado
con el jefe de estación.

Pero con tan mala suerte
que a los dos días del hecho
murió su pobre marido
de dos anginas de pecho.

Y la pobre medio loca
creyéndose en la estación
cuando ya se lo llevaban
así al fiambre cantó:

Adiós, amor, buen viaje.
Adiós, que lo pases bien.
Recuerdos a la familia.
Al llegar escríbeme.

No te olvides del retrato,
mándame "La Ilustración"
y no tardes amor mío
que hace frío en la estación.