Es la segunda piel, la anónima fachada,

enterrada y bien viva, palpitando,

una envoltura frágil

que encubre su obediente hidrografía.


Sin mar donde llegar

se desvía por montes y caminos,

se enfrente a Polifemo, ruge,

cruza sierras latiendo,

se adentra en la memoria de la vena,

se serena, se defiende si siente el aguijón,

como aceite resbala,

como gacela herida se retira.


Igual que el mar tropieza, retrocede

y está siempre naciendo, a veces, retrasada,

asoma su algodón de escandaloso rojo

en un delta de meses y recuentos.

El cansancio la llena de salitre

y en un osario de asombro milagroso

coagulada se asfixia al salir a la vida.