Aquellos
padres hondos
de que habla Valery
siguen interrogándonos.


Nuestra orfandad
responde desde su alta mudez.


Eterno diálogo.


Quizá el más cercano
de nuestros habitantes sin rostro
el más cauto
sabe que traficamos con la idoneidad
de un Judas
que sonríe a la hora de los pactos.