El ventilador no deja de girar contra una misma idea.
A estas horas de la tarde puedo estar triste
y ser feliz
Ser y estar. Esto es imposible en otras lenguas.
La casa es irreal, no son sus paredes, sino sus ruidos
donde se construye el refugio del hombre sedentario.
Despertar siempre será un riesgo.
Es la mitad del verano y es siempre domingo.
No hay noticias en el televisor, ni hacen falta
para enterarse de todos esos accidentes,
de todas esas mentiras con las que uno se resigna a vivir.

En los escaparates de la memoria hay tan pocas cosas.
También la luz de la ventana es tacaña y pronto
despertaré
en la sofocante noche.
La sed es el primer asalto que me pone en guardia.
A estas alturas, el dolor de cabeza es lo de menos,
puedo ser feliz, es claro.
La inútil obstinación del ventilador me lo recuerda.