Decías unas cosas que me asustaban.
En cubierta –el pelo ondeando al viento como una bandera-
camino de Turquía.
Hablabas distante de lo hermoso de lanzarse al mar,
sentir en la piel el contacto permanente, ser distancia
sin frontera.
Esas cosas decías.
Quise abrazarte, asustado, y tu cuerpo resbaló por la tarde
como un pedazo de mar entre mis brazos.