Heme al fin en el antro de la muerte
do no vuelan las penas y dolores,
do no brillan los astros ni las flores,
donde no hay un recuerdo que despierte.

Si algún día natura se divierte
rompiendo de esta cárcel los horrores,
y sus soplos ardientes, erradores
sobre mi polvo desatado vierte,

yo, por la eternidad ya devorado,
¿gozaré si ese polvo es una rosa?,
¿gemiré si una sierpe en él anida?

Ni pesadillas me dará un cuidado,
ni espantará mi sueño voz odiosa,
ni todo un Dios me volverá a la vida.