Si quejas y lamentos pueden tanto
que enfrenaron el curso de los ríos
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;

si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto:

¿por qué no ablandará mi trabajos
avida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón comigo endurecido?

Con más piedad debria ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.