Palidez consumada en el deseo,
Suma de carne transparente y fina,
Ya sellada, en profética rutina,
Para el soldado y para el can hebreo.

¡Oh desahuciada fiebre, oh devaneo
que oscila como péndulo en rüina,
de un viñedo que el sol nimba y fulmina
a cruenta gloria y militar trofeo!

Horror de pausa y de silencio, acaso
Para no conocer turbias carreras
Del corazón, hacia el fatal ocaso,

Ni sentir que en sus válvulas arteras
Se endulza ya la sangre paso a paso
Para halagar las fauces de las fieras.


24 de agosto, 1944