Te busca el hombre, terco y confundido,
¡sol que al ojo cobarde ha deslumbrado!
¡dardo de lo infinito que has herido
con punta de virtud mente y costado!

Sosteniendo el valor de su latido,
arrastrando su carne de pecado,
es ala de ansiedad, niño perdido,
queriendo conocer lo adivinado.

Y va, con soledad de espina y hielo,
buscando por el mundo y por el cielo
lo que en milagro le será ofrecido.

Y te vislumbra, intacto y silencioso,
resuelto en torbellinos sin reposo
y entre prismas de lágrimas erguido.