La grande habitación
que el grande espejo
agranda más.

Sobre la antigua consola,
el viejo reloj de bronce
bajo el fanal de cristal;
y penumbras y friolencias
en que la poquedad
de mi lámpara,
no basta a evaporar
el frío de mi soledad.

Escenas y efemérides vacías;
lógicas y rebeldías
intrincadas en lances de episodios
que baraja en su código el azar:
Proceso nocturnal de hora callada
en que el alma ya no espera nada,
porque fuera impudor esperar.

Anémica la lámpara vacila;
afuera sopla el viento.
Se perfil la noche y se acelera.
Y en despertar soñoliento,
como arrastrando los pies,
sonámbulo el reloj balbucea lento:
Una,
dos,
tres.