"¡sufre, que el sufrimiento te hará fuerte!"
así te dije en una carta un día,
y así te repetí cuando partía,
triste, pero orgulloso de quererte.

Y hoy que sufro el suplicio de no verte,
"¡sufre!" me digo, y sufro, vida mía,
pero feliz, por que mi fe confía
en que he de unir tu suerte con mi suerte

y, ante esta idea, todo sufrimiento
indigno me parece un lamento
o de una imprecación contra el destino.

Que sufrir por amar nunca es vano,
pues, si el sufrir del hombre es muy humano
¡el sufrir la mujer, casi divino!