Tienen las capuchinas
una campana,
colgada de una viga
desvencijada;
laúd de mal agüero,
que sólo tañe
cuando las capuchinas
se mueren de hambre.

Cuando a la media noche
su voz resuena,
la misteriosa esquila
no pide, ruega...
Ruega, y con tanto acierto,
que al otro día
ya no se mueren de hambre
las Capuchinas...

¡Cuántas almas hambrientas,
abandonadas,
cruzan por nuestras calles
sin ser notadas!...
Es que nunca han tenido
las pobres almas,
como las Capuchinas
una campana;
un esquilón de hierro
que al mundo advierta
que ya se mueren de hambre!
que ya están muertas!...

¡Almas que por la tierra
cruzáis calladas:
la caridad del mundo
quiere campanas!...