Yo podría decir que estoy en primavera
bajo un aire oloroso a luz definitiva,
y podría tapar la mirada bisiesta
que se me está cayendo afuera de la vida;
y ser de flor, de lluvia, de mariposa buena,
semejante a este cielo cuidado por la brisa,
a la ignorancia simple con que quiere una abuela,
o a la salud del alba, que es casi campesina...

Pero me estoy llorando el corazón que llevo,
frente al hombre que tiene un poco de mi frío.
Ya no puedo dormirme con párpados violentos:
él me espera despierto en la calle del vino.

Quizás debo acordarme de este color que tengo
y debo ser más tibia que un rincón del olvido.
Le diré blandamente con mi voz de febrero:
Enséñame una llama que se apague distinto.

Y estaremos las noches que le falten al tiempo
en el lugar humilde donde se acaba un trino:
él, con frente inútil que le puso el invierno,
y yo, como un adiós sujeto en el vacío.