Vencido
como una flor nacida del cansancio
duele mi soledad en el insomnio fijo de una piedra
creciendo desde el viento en el pecho de Dios
como un fulgor de cielo obedeciendo a nadie
en la libre emoción de los dormidos
espacio en blanco donde la muerte reproduce mi caída
con las manos vencidas en lo humano
desangrado en lo íntimo
bajo el agua se mueve mi canción
cayendo desde el fruto que retoña
una huella en el símbolo del alma
como el inicio de un aire fugitivo
donde siembra el reflejo enamorado
aquel cansancio gris deshojando el olvido
duerme una hoja seca meditando su huella
vencido en el latido de tu huida
vírgenes los oídos se ahogan en mi tacto
montado al invisible flujo de la sangre
el canto ondula en flor de gravedad
miradas oyéndose en el iris del eros
desnudo de mi mismo deshojado en la sed
como una noche honda que en transparencia se alza
mares del aire nimban mi voz
y mis alas se quiebran en una vida que no es
iba quedando inútil desde una sombra
iba desmayado en un dejo de sal y de desdicha
sostenido en el olvido que equilibra su círculo en lo
nimbado el pan en el barro la muerte
hincado ante la tarde en el silencio tocando la mirada
del ojo fulminando lo no visto
ante la tierra que de humana siente el puño
despedazado en la vocal primera de mi voz
donde se ahoga el crepúsculo
vencido a la última hoja de un árbol que sueña
en la piedra se balancea mi alma
y es breve el canto y allá donde el mar gime
todo tiembla atrás se vuelve oscuro
acaba de apagarse la estrella donde vivo
caen de los labios las palabras
y hueca la cabeza cuelga arriba
me ahorco en mi lengua y renazco en espíritu
en el deseo del mar en lluvia caigo
mordido por la sombra que puebla esta camisa
erizada en la rueda de mis manos
moviendo las palabras como ríos vencidos
en el frágil concierto de los sueños
y en el flujo de una imagen que cegándose muere.