Acalla ya la voz de los traidores,
que nunca más musiten en tu seno
grandes palabras con que armar la historia.

Redúcelos a polvo, a destino,
a ceniza intangible y dislocada,
a sombra entre tinieblas permanentes.

Tuya es la poderosa senda inmóvil
que se ancla en la verdad más primigenia,
desnuda de motivos y arrebatos.

Tañerán tus campanas milenarias
con el fuego de las mismas estrellas
que borrará los pasos de sus nombres.

No hay más verdad que tú, la noche oscura,
que aprende a bendecir la madrugada
con acopio de piel y de deseo.