¡Qué fantasma es el tuyo! Qué presencia
derrama exacto cuando lo convoco:
reconstruye tu olor, tus pasos, toco
la superficie de tu residencia.

¡Qué forma de copiarme tu apariencia!
Qué completo tu abrazo si lo evoco
y cómo se disuelve poco a poco
en esta larga noche de la ausencia.

Y así —paloma en llanto la neblina—
se sacude la noche despeinada
mientras que tu fantasma se esfumina.

No sé si fue tu sombra enamorada
la que dentro hoy se me ilumina.
Afuera: viento sólo viento. Nada.