Yo vivía en el centro de un lago.
En un extremo lloraban los vencidos,
en la otra margen se iba fundando el alba.

Mentían los presagios.
La vida, de secreto a secreto,
nunca exhibe la misma máscara.

Vivía en el centro de un lago
y me ahogaba antes de que amaneciera,
por eso hablo siempre en espejismos
y ya no pertenezco a ningún puerto.

Me hundía en las muchachas
y su penumbra para llegar a Dios,
aunque las hojas hiriesen sus vitrales.

Viví la fiebre de sus aguas,
una isla erigí después del miedo,
sólo a los inocentes les abriré la puerta.