RESUMEN DE LA OBRA "BRITÁNICO
  - Jean Racine -
Argumento "Britanico", libro de Jean Racine.
Agripina, madre del emperador Nerón, confiesa a Albina, su confidente, la inquietud que la angustia: Nerón, hijo nacido de su primer matrimonio con Domicio Enobardo, da muestras de antipatía hacia su hermanastro, Británico.
 
Ella se siente culpable de haber desheredado del trono a Británico para imponer el satánico Nerón, en él.  Para Albina no ha habido en roma mejor gobernante que Nerón, pues, en dos años de gobierno ha demostrado tener todas las virtudes del emperador Augusto cuando envejecía. 

Pero Agripina ve las cosas desde otra óptica y así se lo hace saber.  Nerón, sabiendo el amor que une a Británico y a Junia, ha mandado raptar a la muchacha a quien tiene prisionera en su palacio. 

El emperador ha dado claras muestras de despecho hacia su madre, pues, intuye que ésta favorece a su rival, Británico. 

Cuando embajadores de otros reinos fueron a rendirle homenaje a Roma, Nerón quedó deslumbrado de su propia gloria y, cuando su madre iba a ocupar el trono junto a él, Nerón se levantó, y corriendo a abrazarla, la apartó del lugar que pretendía ocupar. 

Desde ese día Agripina comprendió que su hijo ya no le pertenecía y que sólo era dueña de su nombre; siente que Séneca, su maestro y consejero, y Burrus, su ayo, se ha apoderado de él. 

Es Burrus quien comunica a Agripina que el emperador ha dispuesto no recibir a nadie por algún tiempo; ésa, indignada ante aquella orden, reprocha a Burrus ser culpable del comportamiento de su hijo.

Burrus se defiende de los ataques de Agripina alegando que ya no se trata del hijo de ella sino del dueño del mundo Burrus se siente protector de Nerón a los ojos del Imperio Romano, y considera que sólo a él deberá rendir cuenta de su conducta.

Por último Burrus acusa a Agripina de apoyar a Británico sin importarle que éste sea enemigo del emperador y por lo tanto del Imperio. 

En un encuentro entre Agripina y Británico, éste muestra su pesar por el abuso cometido por Nerón al raptar a su amada Junia. 

Agripina se marcha a casa de Palas a pedirle consejo, invitando a Británico par que vaya después allá. 

Narciso, ayo de Británico, permanece atento a todas estas conversaciones, pues, no es más que un traidor al serbio de Nerón; Británico, ignorante de la deslealtad de su ayo, pide consejo a éste, quien lo incita para que una sus esfuerzos con Agripina. 

Mientras Británico se dirige a casa de Palas, Narciso corre al Palacio del Emperador a ponerlo al tanto de los acontecimientos. 

Para muchos el rapto de Junia obedece a una cuestión de intereses, pues, la joven es biznieta del fundador de la dinastía. 

Augusto; Británico por otro lado es el heredero legítimo del Imperio; de este modo el matrimonio de ambos podría hacer peligrar la autoridad de Nerón.

Mientras tanto, el Emperador ordena a Burrus que destierre a Palas, a quien considera que envenena con sus consejos a su madre y a su hermanastro.  Nerón confiesa a Narciso haberse enamorado de su cautiva a quien dice amar desde “hace un instante, pero para toda la vida”. 

Mas el Emperador siente que su presencia sólo provoca el desprecio de la joven; quizá el recuerdo de la muerte de su hermano, de la cual Junia atribuye a Nerón parte de culpa, sea la causa de aquella actitud acerba.  Narciso, buscando congraciarse con el emperador, lo anima a que persevere en su intento, sugiriéndole además que se divorcie de Octavia, su esposa. 

El Emperador teme los ataques y reproches que le pueda hacer su madre.
Antes de irse, el pérfido ayo le aconseja gobernar sin pensar en qué dirán los demás; con respecto a Británico, Narciso no tiene cuidado, pues dice que aquél, “se abandona a mi fidelidad. 

El cree, señor, que os veo por orden suya, que me informo aquí de todo    cuanto le importa, y quiere enterarse por mi boca de vuestros secretos.  Impaciente ante todo por volver a ver a su amor, espera de mi diligencia ese fiel socorro”.

Nerón se entrevista con Junia y después de declararle su amor le pide que sea su esposa, pues, dentro de poco se divorciará de Octavia. 

La muchacha, estupefacta ante aquella confidencia, le dice que aquello es imposible ya que su corazón pertenece a Británico; colérico, el Emperador ordena traer a su hermanastro para que se entreviste con Junia, quien, por la seguridad de su amado, deberá demostrarle indiferencia para que éste la olvide. 

Nerón se esconde tras unas cortinas para asegurarse que la muchacha cumpla con sus órdenes.  Todo resulta vano, pues, aun en silencio, los jóvenes no pueden ocultar su amor; pero Británico no parece entender aquella silenciosa pasión, y se marcha consternado. 

Narciso, por petición del Emperador, se encargará de atizar ese fuego de dolor que anida en el corazón del desconsolado Británico. 
Burrus comunica a Nerón que Palas ya ha sido desterrado; el ayo nota que su amo se halla deprimido y teme que el amor por Agripina, que tanto lo domina, lo haga vulnerable. 

Agripina, exacerbada por el destierro de Palas, manifiesta a Burrus que moverá sus influencias contra Nerón y delatará ante el pueblo los abusos cometidos por su malvado hijo: destierros, asesinatos, raptos y otras canalladas más que ella conoce muy bien. 

El ayo declara abiertamente la guerra a Agripina. Agripina reitera a Británico su promesa de recuperar a Junia; éste lamenta la actitud de la muchacha a quien considera ingrata y criminal.  Junia aparece y cuenta a su amante la verdad de lo sucedido, del porqué se su evasiva.

Británico maldice al Emperador y cae a los pies de su amada implorándole perdón por haber dudado de su fidelidad.  En esos instantes aparece Nerón quien discute con su hermanastro; cansado de oír los reproches e injurias que éste la hace, el Emperador llama a sus guardias quienes detienen a Británico. 

Mientras tanto, Junia es detenida en sus habitaciones.  Enfurecido, Nerón ordena a Burrus que vigile a su madre a quien culpa de haber reunido a los amantes, pues, mientras ellos se entrevistaban, Agripina lo retenía a él en su palacio. 

Burrus lleva ante Nerón a Agripina, quien lanza a su hijo una larga recriminación. Lo acusa de haberse inmiscuido entre Junia y su hermanastro traicionando a la mujer que ella le puso en el lecho, Octavia; pero lo que más dolor ha causado a Agripina, al saberse dejada de lado en cuanto a lo que a poder dentro del Imperio se refiere. 

Nerón se defiende alegando que ella, todo lo que ha hecho por él, lo ha realizado con la finalidad de obtener beneficios propios.  Le reprocha su apoyo a Británico y su participación el fortalecimiento de las relaciones entre su hermanastro y Junia. 

Al final del enfrentamiento, Nerón simula complacer a su madre ordenando a sus guardias que devuelvan a Palas a Roma y que liberen a Junia para que pueda regresar con Británico. 

Agripina corre a dar la buena nueva a Británico, mientras Nerón se entrevista con Burrus para decretar la muerte de su hermanastro, éste se opone a que se de muerte a Británico, pues, eso significaría poner en peligro su poder ya que británico, al morir excitará el fervor de sus amigos, siempre prestos a defender su causa. 

Burrus, arrojándose a los pies de su Emperador, le implora que no mate a su hermanastro.   Burrus va en busca de Británico para que se reconcilie con Nerón, pero éste mientras tanto recibe a Narciso quien trae un veneno que le ha proporcionado una célebre envenenadora llamada Locusta, que servirá para dar muerte a Británico. 

Nerón se niega a llevar a cabo el crimen por temor a que su nombre pase a la historia como un simple envenenador; pero Narciso lo convence diciéndole que Agripina se está jactando ante todos de haber readquirido sobre él el poder absoluto del Imperio. 

Juna se muestra incrédula ante el cambio operado en Nerón y da a conocer sus temores a Británico, quien parte a su nefasta cita convencido de la fidelidad del Emperador. 
Agripina trata de reclamar la angustia de Junia y, cuando ambas se dirigen a darle la feliz noticia de la reconciliación de los dos hermanos a Octavia, aparece Burrus gritando que Británico ha sido envenenado.

Agripina acusa a Nerón de haber ordenado a Narciso envenenar a su hermanastro; el ayo se defiende alegando que el fenecido pretendía apoderarse del trono a cualquier precio.  Junia aprovecha la confusión para refugiarse en el templo de las vestales donde los poderes del emperador no llegan. 

Narciso, tratando de impedir que la muchacha logre su objetivo la persigue, pero el pueblo pone fin a su osadía dándole una horrenda muerte.  Albina informa a Agripina que el Emperador se halla muy consternado y que teme que vaya a cometer algún acto que atente contra su propia vida. 

La decepcionada madre piensa que con ese hecho se haría justicia, pero aun así acude en su ayuda acompañada de Burrus.