Escrita en Huaraz en 1955, el drama se divide en tres actos. 

El primero de ellos se inicia en una cabaña ubicada en el corazón de los Andes.  Llega a esta el ingeniero Fernández, quien reemplazará a su colega el ingeniero ´días, quien no puede ocultar su alegría de saberse reemplazado, pues, como él mismo manifiesta al recién llegado, ya está hastiado de vivir en los túneles oscuros, húmedos y helados, que como arterias, se desplazan entre la roca maciza. 

“La cabaña, explica Díaz a Fernández, se encuentra en la Central dos, que queda exactamente en el centro del túnel, uno saliendo de la cabaña y yendo hacia la derecha a otro túnel donde se encuentra  la Central Uno, que queda casi a la salida del túnel, después viene el campamento, la calle, y por último los pueblos. 

Saliendo de la cabaña hacia la izquierda, más o menos a un kilómetro y poco antes de que acabe el túnel, se llega a la Central Tres. 

Este túnel acaba en una quebrada pequeña.  El camino sigue unos trescientos metros por la falda del cerro y entra en otro túnel. 

Después viene una serie interminable de túneles y puentes” y más túneles  y quebradas y más puentes”. 

Fernández escuchaba atento y admirado lo que él consideraba una obra formidable.  “Por último, explicó Díaz, el Túnel Uno y el Túnel Dos están separados por una pequeña quebrada, completamente cerrada y bastante alta. 

RESUMEN COLLACOCHA - Enrique Solari SwayneArriba de esa quebrada y un tanto lejos del camino, hay una laguna: es la laguna de Collacocha. 

Y en la quebrada, pero al otro lado de la laguna y encima de un pequeño cerro está la Central cuatro, o Central de Collacocha”. 

La detallada explicación de Díaz se ve interrumpida por la llegada de Echecopar, hombre sumamente varonil, casi rudo, desliñado y de habla pausada y enérgica. 

Gran amigo de los indios que trabajan en los túneles, a veces se emborracha con ellos y se queda a dormir en sus chozas. 

Echecopar no da importancia al recién llegado y comienza a impartir órdenes a través de un dictáfono a todas las centrales. 

A las pocas horas aparece Soto, quien tiene a su cargo la Central de Collacocha, e informa a Echecopar que el nivel de la laguna ha descendido sesenta centímetros en seis horas, lo cual significaba que la presión del agua había aumentado tanto, que se habían abierto grietas en el fondo provocando grandes filtraciones. 

El destino de esas grietas era lo que preocupaba a Soto, ya que éstas podrían salir a la quebrada o al túnel.  Echecopar no dio importancia a las advertencias de Soto y no tomó las precauciones que este le sugirió. 

A los pocos minutos que Soto partió de regreso a su Central, llegó Bentín a pedirle a Echecopar que asistiera a la reunión sindical; Echecopar se negó rotundamente alegando que a Bentín solo le importaba reventar a los ricos porque los odia y les tiene envidia y, que él, Claudio Echecopar, no se prestaba para esas maniobras. 

Díjole además que él era un Ingeniero de caminos y que su misión consistía en hacer caminos para que transiten camiones de la selva a la costa llevando alimentos y medicinas. 

Conociendo la contumacia de Echecopar, Bentín ya no insistió.  Soto llamó a Echecopar para decirle que el primer camión proveniente de la selva con destino a la costa hacía su ingreso por el camino de los túneles. 

La alegría fue desbordante por parte de Ingenieros y obreros; pero esta no duró mucho, ya que Jacinto taira, natural de San Pedro de Lloc y que conducía el camión, había visto una especie de arroyo en la entrada del túnel, lo cual significaba que el agua de la laguna comenzaba a filtrarse y las posibilidades de un aluvión era cosas de minutos. 

Vanos fueron los intentos que se hicieron por contrarrestar la inminente desgracia.  Echecopar obligó a Soto a permanecer en su puesto mientras los obreros se lanzaban en retirada de sus puestos de trabajo.  Cuando Echecopar autorizó a Soto para que  huyera fue demasiado tard3e y el aluvión lo sepultó. 

El tercer acto se inicia cuando han transcurrido ya cinco años del desastre.  A través de una conversación entre Fernández, que es el nuevo jefe, y Bentín que regresa de visita a la mina después del tiempo transcurrido, nos enteramos que Echecopar se ha construido una choza junto al cementerio; “junto a sus cholos y a Soto”. 

Con sus propias manos cuida y limpia las tumbas.  Fuera de eso su modo de ser es igual que antes.  Todas la mañanas entra a los túneles y grita su nombre para deleitarse con el eco; bromea con los obreros; carga piedras; vocifera; se ríe a carcajadas y manda a todo el mundo:

Los domingos va por los cerros, por las punas, por las quebradas, por el cementerio, rodeado de todos los niños del campamento contando cómo era Soto, cómo era Sánchez, Roberto y todos aquellos que murieron. 

Por dentro Echecopar es un hombre destrozado por los recuerdos, por esos hombres que murieron por causa suya según él. 

Sólo cuando siente en la noche la voz de Soto, quien le dice que no se torture más y que duerma tranquilo, Echecopar encuentra en esa voz la absolución esperada.