Dafnis es encontrado por el pastor o cabrero Lamon.

Sus padres lo habían abandonado al nacer, empero le habían dotado de ricas joyas y monedas para que le criase cualquiera que le encontrara.

Una cabra del rebaño de Lamon, compadeciéndose del pobre bebé que yacía solo en la cueva de las Ninfas le amamantó cual si fuera su propia madre y así el infante logró sobrevivir hasta que sorpresivamente fue hallado.

Contrario a lo que se podría esperar, Lamon y su mujer Mirtale recibieron con no poco regocijo el hallazgo del niño, no porque viniera tan ricamente adornado sino porque no tenían hijos y decidieron adoptarle como hijo suyo escondiendo las alhajas por si en alguna ocasión Dafnis las llegase a necesitar.

Cloe es dos años menor que Dafnis y su destino, que a la larga se uniría y vendría a ser uno solo con el de su amado, tuvo muchas coincidencias con el de él como haber sido igualmente abandonada por sus padres en la cueva de las Ninfas con muchas joyas.

Allí el narrador quiere dar a saber de una vez como la vida de estos dos personajes va a estar siempre ligada, no sólo por su nacimiento sino también por su oficio pues Dafnis se hace cabrero y Cloe pastora, oficios que estuvieron muy de boga en la antigua Grecia porque las cabras y las ovejas eran criadas de forma artesanal para la producción de leche y lana respectivamente.

Los protagonistas eran unos jóvenes sin experiencia alguna de lo que es la vida, para ellos su pubertad y adolescencia es muy pero muy diferente de la de muchos jóvenes de la actualidad quienes viven sumidos en la moda y otras atracciones y a veces ni por pienso se percatan de las grandes cosas que están ocurriendo dentro de sí.

Dafnis y Cloe juegan, se recrean sanamente, como dos niños que cumpliendo sus deberes hallan satisfacción y gozo.

Puede decirse que sienten atracción pero son tan inocentes que no saben cómo demostrársela.

El amor que hay entre Dafnis y Cloe es una cosa admirable, es algo divino.

Así mismo lo expresa el autor cuando dice que Amor mismo (a parecer personal debe entenderse como el dios griego Eros, equivalente al romano Cupido, dios del amor) los protege y los une como una de sus parejas predilectas, por tanto se trata de un sentimiento sin mácula que no sólo busca satisfacción carnal o es simple deseo sino que augura paz y cariño entre los dos para dar y recibir lo que se dan: amor.

Las cosas buenas pocas veces hallan un camino libre de tropiezos y adversidades, el amor es probado por Dios “como se prueba el oro en el crisol”.

Así la pareja de la novela se encuentra con muchas vicisitudes para realizar el ideal que se han propuesto. Cloe era una mujer muy hermosa, por tanto era casi imposible que sólo Dafnis se fijara en ella.

Así hubo hombres como Dorcon quien se prendó de la muchacha e hizo mil recovecos para arrancarla del amor de Dafnis pero que al final padece un triste desenlace.

Cierta vez Cloe es atrapada por unos extranjeros de Metimna y llevada forzosamente hacia su ciudad, sin embargo cuando se encontraban en alta mar el dios Pan muestra su solicitud hacia Cloe socorriéndola. “¡Oh los más impíos y malvados de todos los mortales! (…) Os he de anegar y os he de dar por pasto a los peces, si al punto no devolvéis a Cloe a las Ninfas, a Cloe a su rebaño, cabras y corderos”. Así ella puede regresar con bien a brazos de su querido.

Algo que caracteriza indudablemente a los dos jovencitos es su devoción y fe en los dioses. Visitan la gruta de las Ninfas a menudo y precisamente apacientan a sus rebaños en las inmediaciones de ésta, adoran a Pan varias veces en el curso de la obra, le ofrecen sacrificios y libaciones continuamente y quizá por eso el se muestra tan benévolo con ellos, favoreciéndoles en cualquier trance en donde su ayuda podría resultar indispensable.

Todo lo que ellos tienen lo deben a las divinidades, hasta su amor es obra de Amor, aquel niño que es “más viejo que Saturno (Cronos)” y que al igual como le aconteció al viejo Filetas al cual le unió a su amada Amarilis les unirá a ellos “in saecula saeculorum”.

El amor verdadero busca siempre estar cerca de la persona que se ama. Quiere verla siempre, abrazarla, besarla, sentir su calor y su cariño. Así les pasaba a Dafnis y a Cloe, si no se veían un solo día se extrañaban como si hubiesen transcurrido años eternos. La voz de Cloe animaba a Dafnis y así juntos se animaban los dos.

Es una dependencia mutua, una dependencia que no causa malestar ni rabia sino regocijo y placer porque lo que se hace con amor verdadero jamás esclaviza. Vivían para sus ovejas y cabras, las amaban como parte suya, cómo hijas a las cuales hay que cuidar.

Eran ejemplos de lo que deben ser los trabajadores y obreros de hoy día quienes en su mayoría sólo piensan en el salario que van a recibir y no entregan todo de sí.
El gozo que experimentaban Cloe y Dafnis al estar juntos iba más allá de una simple conversación.

A Dafnis le fascinaba ver a Cloe desnuda bañándose, observar su cuerpo, su figura, era para él el mayor deleite. Les gustaba acostarse los dos en la hierba, abrazarse, besarse allí en presencia de sus rebaños, después experimentaron el acostarse juntos desnudos pero sin haber nada de sexo; sólo había intercambio de caricias y roces.

Los muchachos querían intentar algo más, una cosa que le hiciese sentir satisfacción y placer inigualables, pero no podían. Los dos eran totalmente puros y virginales, nunca habían experimentado relaciones carnales con nadie más.

El afán por sentirse más juntos, de que algo los hiciera sentirse uno dueño del otro llevan a Dafnis a cometer un grave error. Sólo por complacer sus deseos que de alguna manera podían esperar, -porque si los mismos dioses los habían unido no habría fuerza humana que de alguna manera u otra pudiera separarlos- acude a otra mujer, le es infiel a Cloe, esa niña que hubiera preferido morir antes que traicionarle.

Escuda su error detrás de su amor por Cloe. Dafnis acude a una amiga suya quien había estado enamorada de él por un tiempo y que aún lo estaba. Lycenia, que así se llamaba, fue su profesora.

Ella le enseñó cómo tener relaciones sexuales con una mujer, le dijo que a Cloe le dolería un poco debido a su doncellez pero que sin embargo lo disfrutaría. Lycenia se había acostado ya con varios hombres, era una mujer con “experiencia” en cosas de este jaez.

Dafnis se dejó seducir y aprendió muy bien lo que le inculcó aquella mujer. El autor no condena en ningún momento esta acción de Dafnis, se podría añadir el adagio “el que calla, aprueba”, lo cual podría dar un mal ejemplo a los jóvenes ahora que es tan controvertido el tema de las relaciones prematrimoniales.

Empero, se podría poner como contrapeso a esta acción el que Dafnis no se alejó de Cloe después de este desliz sino que no la conoció hasta después de la boda y fueron muy felices.