Tras el término de la Guerra de Secesión, varios miembros del Gun-Club, que es un club dedicado a la confección de armas de guerra y que está conformado por ex-militares, se encuentran sin trabajo ya que son veteranos y empiezan a pensar que pueden hacer mientras están desempleados.

Después de mucho tiempo de idear actividades para satisfacer su gusto hacia las armas y cañones no encontraban la indicada.

Ninguna idea los convencía y se empezaban a desesperar hasta que un general propone una idea un tanto extraña. Pero sorprendentemente les interesó y gustó a los miembros del Gun-Club.

Y así es como se ponen manos a la obra con la construcción del mayor cañón del mundo jamás creado.
Se iba a necesitar mucho dinero y tiempo para construirlo y no sabían si el gobierno se los aceptaría o lo tendrían que hacer con mucha discreción.

Pero la más arriesgada y un poco tonta parte del plan es que también quieren apuntar a la Luna, destruirla, por supuesto, y conseguir así la popularidad y disfrutar de la gloria de ser los padres del ingenio.

Pero un arriesgado aventurero, quien era el presidente de la asociación, Impey Barbicane, que no le temía a lo que pudiera repercutir lo que iba a hacer, los disuade de lo contrario:

En lugar de la idea inicial propuso una nueva, propone cambiar la bala de cañón por un proyectil cilíndrico.

La idea es aceptada con gran revuelo no sólo entre los integrantes del Gun Club sino también a las personas a las que se les contó de la idea y los hombres se preparan para el viaje.

El libro es como un diario que relata los hechos de los participantes en la creación de la nave y en todos los problemas, los avances, los retrocesos y todo lo relacionado con la aventura en la que algunos de los integrantes del Gun Club deciden tomar para pasar a la historia con la elaboración de esta nave que viajaría afuera de nuestra atmósfera, algo que en esa época no podía imaginarse que fuera posible.

Es increíble todos los cálculos que se hacen para poder mandar el cohete a la luna, ya que el autor tenía conocimientos del tema y la idea que tenia de donde, como, a que velocidad, el tamaño, etcétera, era sorprendentemente parecido a lo que en la actualidad utilizamos para lanzar un transbordador.

Tiene un proceso inventivo muy bueno, ya que es con una precisión increíble, y eso te atrapa, te intriga y te interesa porque la curiosidad científica que posee es de alta calidad y de alto interés.

En el presente le han encontrado varios errores al proceso que tuvieron las personas que integraban al club de armas en la forma de cómo iban a mandar el cohete, sin embargo para la época en la que se encontraban y sin la tecnología que tenemos hoy en día es una manera muy ingeniosa de idear un plan para mandar un objeto afuera de nuestro planeta para que llegara a un lugar desconocido por el ser humano.

Es increíble la forma en la que idearon las partes del “Columbiad” ya que contenía una cabina y un gigantesco cañón para dispararlo más allá de la atmósfera.

Los datos astronómicos, como los ya mencionados, se los brindó el observatorio de Cambridge, sin embargo la mayoría de las respuestas a las cuestiones que debían descifrar, (características del cañón, forma y tamaño del proyectil, clase y cantidad de pólvora, ubicación del sitio de lanzamiento, financiación de la empresa, etc.), fueron dadas por 4 personas ligadas al proyecto.

Impey Barbicane, quien fue el creador de toda la idea y la cabeza del Gun Club, J. T. Maston, quien era el joven y astuto secretario del presidente de la asociación. Y también, irónicamente, la 3er persona que ayudó fue el acérrimo rival del general Barbicane, el capitán Nicholl, quien cuando Impey daba una idea o un cálculo, las mismas eran cuestionadas por el capitán quien daba otras proposiciones mas acertadas que las de Barbicane, y así sin darse cuenta Nicholl fue de gran ayuda para la creación del “Columbiad” .

Y la 4ta persona que fue de gran ayuda fue Michel Ardan, un francés, que llegó en las ultimas semanas del proceso.

Tras conseguir el dinero necesario en una suscripción internacional, el gigantesco cañón es forjado en el suelo de Florida. De pronto, aparece un francés, Michel Ardan, con el deseo de viajar en el proyectil.

Tras un dramático duelo entre Barbicane y Nicholl, Ardan los convence de que olviden sus problemas y viajen con él a la Luna. El proyectil es modificado para permitir que los pasajeros puedan soportar el viaje. Este era muy cómodo, con una sala, y con una librería, era espectacular y le beneficiaba a las 3 personas que viajarían en el.

Finalmente, el proyectil es lanzado. Aquí la parte en el libro en la que el “Columbiad” sale disparado con 3 personas adentro:
"Una detonación espantosa, inaudita, sobrehumana, de la que no hay estruendo alguno que pueda dar la más débil idea, ni los estadillos del rayo, ni el estrépito de las erupciones, se produjo instantáneamente.

Un haz inmenso de fuego salió de las entrañas de la Tierra, como de un cráter. ...el suelo se levantó y apenas hubo uno que otro espectador que pudiera entrever un instante el proyectil hendiendo victoriosamente el aire en medio de inflamados vapores”
El proyectil fue lanzado, el proceso terminado, todo el trabajo, tiempo y dinero que les costó a las personas involucradas llegó a un final.

Era una expectación al saber que le había pasado al “Columbiad” en su viaje al espacio.
J. T. Maston, en el observatorio construido en las montañas Rocosas para la ocasión, intenta ubicarlo con el telescopio y cuando lo logra sufre una desilusión: el proyectil no ha llegado a destino sino que se ha convertido en satélite de la Luna.

Un relato lleno de trepidantes episodios con las aventuras y desventuras de los tres protagonistas en el viaje a la Luna, la estancia y los descubrimientos que allí llevan a cabo.

Es una gran historia, queda un poco inconclusa ya que no se sabe que les pasó a los 3 tripulantes del proyectil, Impey Barbicane, el Capitán Nicholl y el francés Michel Ardan.