RESUMEN DE LA OBRA "EL ASTILLERO
- Juan Carlos Onetti -
Argumento de "El astillero", libro de Juan Carlos Onetti.
Luego de permanecer cinco años en el exilio, "el olfato y la intuición de Larsen, puestos al servicio de su destino, lo trajeron de vuelta a Santa María para cumplir con el ingenuo desquite de imponer nuevamente su presencia a las calles y a las salas de negocios públicos de la ciudad."

A su andar lento, cansino, sirven de escenario la lluvia constante, la noche, el frío y Santa María, ciudad construida por la imaginación y la memoria de Onetti.

En ella se encuentra el astillero, lugar donde no se puede ya reparar ningún barco, como no se puede restaurar tampoco ninguna personalidad.

El sitio se encuentra abandonado, en ruinas; es una realidad sórdida y degradada que atrapa y hunde a todos los actores que allí aparecen.

Así como la ciudad es creación de Onetti, también son suyas las reglas del juego, sin que él se digne evidenciarlas, al lector.

Conforme Larsen, con el afán de ser descubierto, camina por las calles de Santa María, se van suministrando pequeñas dosis de observaciones exteriores y de palabras interiores, a modo de pistas dejadas por Onetti.

El dueño del astillero es Petrus —viejo delirante y hombre de negocios—, quien finge que la empresa está a punto de funcionar nuevamente.

En ella trabajan sólo un administrador y un gerente técnico, en cambio el lugar está lleno de ratas y cucarachas.

Larsen se propone ocupar el puesto de gerente general del astillero, porque ello representa la oportunidad de dar un sentido a su vida; es un último esfuerzo por recuperar la esperanza, como manera de huir de la soledad y de la conciencia de la vejez y de la muerte.

Larsen habla con el viejo Petrus y en la entrevista empieza a descubrir su propia degradación moral: "Entonces [_] comenzó a aceptar que era posible compartir la ilusoria gerencia de Petrus Sociedad Anónima con otras formas de mentira que se había propuesto no volver a frecuentar."

Larsen se sorprende con los empleados que fingen trabajar en aquel astillero, reducido sólo a un cúmulo de chatarra oxidada; sitio en donde la única actividad existente es la venta ilícita de maquinaria inservible, sin que el dueño se dé por enterado.

De este modo, la novela crea un mundo ficticio y falso. Se inventan proyectos, relaciones, esperanzas.

Todos los personajes saben que juegan a engañarse y están renuentes a explicar viejas cuestiones, llevando a cuestas el peso de una fatalidad, prevista pero imposible de disipar.

Así, tanto Larsen como Gálvez —administrador del astillero— o Kunz —gerente técnico— participan en este juego y simulan mantener la actividad del inexistente negocio. Además, hasta la descripción de los objetos completa la desolación de los hombres. Todo está sucio, podrido o viejo.

El protagonista se mueve entre la ciudad y la casa de Petrus, en donde conoce a Angélica Inés, la hija idiota de éste, y a la sirvienta de ella, Josefina, a través de las cuales pretende recuperar el amor.

La posible salvación de Larsen empieza a desvanecerse en cuanto Gálvez entrega a las autoridades un documento apócrifo bastante comprometedor para Petrus, y termina con lo poco que todavía queda del astillero.

Larsen es devuelto a su soledad cuando, poco a poco, fracasa en su intento de enamorar a Angélica Inés quien, por su deficiencia mental, no capta el sentido del amor, y el protagonista se hunde todavía más al ver que la única persona con la cual pudiera existir alguna posibilidad de acercamiento —la mujer de Gálvez— aparece repelente ante sus ojos: primero por el embarazo y, al final de la novela, por el alumbramiento.

Larsen queda nuevamente solo y sin fe.

Mediante el simulacro de actividad, lucha por crearse cierta ilusión de vida, pero eso en él es otro modo de evasión. La realidad lo golpea con dureza cuando Gálvez se suicida y todo se desmorona a su alrededor.

Al ir a visitar a Angélica Inés no logra verla porque está enferma y no puede recibirlo. Allí termina la ilusión que en torno a ella se había creado. Solamente queda entonces Josefina, con quien esa misma noche —ambos borrachos— tiene una relación meramente física.

Larsen se da cuenta entonces de que sólo con ella puede entenderse porque es su igual; es decir, es el espejo ante el cual tiene conciencia de que se halla "en el centro de la perfecta soledad". Esto es sinónimo de la inutilidad de toda farsa y Larsen huye.