Publicada en 1936, inicia a Madariaga en el género novelístico propiamente dicho.

Allí. El análisis psicológico de los protagonistas es superior a la trama argumental, pese a lo depurado de la técnica y a la agilidad del estilo con los cuales fue escrito.

Con reminiscencias de Unamuno y Pérez de Ayala, narra la historia de don Morabito, un hombre deforme, cuyas riquezas no remediaban el estado poco hermoso en lo que lo dejo la naturaleza; lejos de ser ateo, es un resentido que clama al cielo: “Mi furia busca a Dios , porque es el quien me ha ofendido, mi enemigo, mi verdugo. ¿Yo, ateo? Jamás”.

Desgraciadamente, su consuelo llega cuando lo hace también la muerte; ese consuelo no es otro que el amor; el de una monja de la caridad que abandona los votos para ganar un alma rebelde, ocasionando un gran escándalo.

La intención de la monja Lucí, aparte de ser caritativa, es expiar de alguna forma las culpas de su padre, quien a cambio de dinero, mientras trabajaba como médico alienista, declara loco a un hombre que no lo estaba, confinándolo a un encierro de años que finalizo con el asesinato de su juez y su posterior suicidio, habiéndose desquiciado realmente.

Ante la inminente entrega de sor Lucia en los “brazos” de Morobito, y tras una corta y compleja relación entre ellos, la religiosa es encerrada en un convento madrileño por orden de sus superiores eclesiásticos,

quienes ven en una actitud en una gran falta a los principios morales de su comunidad y la ocasión de escándalo de mayúsculas proporciones.

Gracias a una conspiración que da a la inmediata fuga, la pareja logra llegar al otro lado de la frontera, a un lugar llamado Hendaya.

La acción logra su punto de clímax cuando se conoce que un antiguo novio de sor Lucia está interfiriendo en la relación de la singular pareja.

Morabito, habiendo escuchado casualmente una conversación entre la anda y el tercero y extraño en discordia “(conversación en la cual renunciaban el uno al otro despidiéndose para siempre) comprende que ha llegado el momento de la comprensión y del sacrificio;

así que, realizando un esfuerzo sobrehumano hace claudicar su sentimiento con el fin de liberar a Lucia del compromiso que estaba a punto de adquirir con él por lastima: un adefesio de boda llevada a cabo por compasión.

Solo, de nuevo, como al principio, nuestro personaje contrae una pulmonía mortal: “Aquí me tienes, señor, dispuesto a caer. Aquí estoy, señor, he oído tu voz”. Su muerte fue tranquila y feliz porque a cambio de ella redimía a su amada sor Lucia y le daba la posibilidad de amar de verdad a alguien que alegraría su existencia y le colmaría de gozo.

No obstante la audacia del tema, la novela tiene desaciertos como el de aceptar en ella la participación del intelectualismo, sin prever el autor lo peligroso de tal hecho; pues, a causa del estudio de la religiosidad, y de las vías de la felicidad humana, así como del análisis de las teorías teístas o anti teístas, El enemigo de Dios se desdobla en dos niveles superpuestos: por un lado, los personajes como elemento del drama ; otro lado las ideas como expresión de las vivencias religiosas de Madariaga.

Lo verdaderamente significativo del libro es el trazo psicológico de todos sus personajes, primarios y secundarios, con profunda veracidad humana.

Con una prosa impecable, una magnifica descripción de espacio y ambientes y un ágil manejo de temperamento lirico, Madariaga se constituye en un acertado representante de la literatura de su país en todos los tiempos.