El Libro de la Selva, excelente obra para jóvenes, es también mucho más que eso. Es una de esas obras que, lejos de perder vigencia, sigue encontrando a miles de lectores generación tras generación.

El lector avispado encontrará en ella tantos matices como sombras dibuja la luz en el suelo de la jungla.

La fábula del niño Mowgli criado por los lobos, del oso Baloo, de la pantera Bagheera y del malvado tigre Shere Khan se ha convertido en un arquetipo universal que reúne, como los grandes mitos, lo mejor y lo peor de las andanzas del ser humano en esa jungla inmensa que es el planeta Tierra.

Sin embargo, una referencia resulta inevitable: la de considerar prioritaria la intención del autor de invitarnos a reflexionar sobre la dualidad selva-aldea, es decir, naturaleza-sociedad humana, encarnada por Mowgli, que busca angustiosamente su identidad entre estos dos mundos diferentes, pero a los que sólo una actitud de suicida ignorancia puede convertir en totalmente antagónicos.

Además de su indiscutible valor literario, El libro de la Selva es una obra sumamente visual, que se presta como pocas para ser acompañada por la interpretación gráfica de artistas que actualizan la visión original de Rudyard Kipling.