RESUMEN DE LA OBRA "LA DAMA DE LAS CAMELIAS
– Alejandro Dumas -
Argumento de "La dama de las Camelias", libro de Alejandro Dumas.
Tres semanas después de la muerte de Marguerite Gautier, el 12 de marzo de 1847, se anunciaba el remate de los muebles que le habían pertenecido en vida.

La muchacha en vida había llevado una vida disipada “viviendo de la generosidad de sus amantes”.

Quienes la conocían podían verla en todos los estrenos de alguna obra nueva, con tres cosas que no la abandonaban jamás y que ocupaban siempre el antepecho de su palco de platea:  sus gemelos, una bolsa de bombones y un ramo de camelias, las cuales podían ser blancas o rojas; la señora Barjón, su florista, fue quien hubo de colocarle el sobrenombre de la Dama de las Camelias.

En la primavera de 1842, Marguerite estaba tan enferma que por prescripción médica hubo de refugiarse en el balneario de Bagnéres donde conoce a un duque extranjero, quien acababa de perder a su hija.

Era tal el parecido de Marguerite con la fenecida, que el duque le imploró permiso para verla  amar en ella la imagen viva de su hija muerta.  Se atribuye al libertinaje, frecuente entre los viejos ricos, aquel acercamiento del viejo duque a la joven.  Hubo toda clase de suposiciones excepto la verdadera. 

El día que se subastaron sus bienes, se dieron cita “todas las celebridades del vicio elegante, examinadas con disimulo por algunas damas de la alta sociedad, que habían tomado una vez más la subasta como pretexto para poder ver de cerca a esas mujeres con las que nunca hubieran tenido ocasión de encontrarse y cuyos fáciles placeres tal vez envidiaban en secreto”.

Vestidos, cachemiras y joyas se vendieron con una rapidez increíble. 

También se remataron algunos libros, entre los que se hallaba “Manon Lescaut”, de Antoine – Francois Prévost, que fue adquirido por el autor en cien francos. 

En la primera página, a pluma y con una letra elegante, estaba escrita la dedicatoria del donante del libro, que firmaba: Armand Duval. 

Después de dos días  terminó la subasta, dejando un saldo de ciento cincuenta mil francos, que se repartieron entre los acreedores y los parientes de la difunta.

Pasado algunos días, el autor recibe la visita de Duval, quien le solicita acceda a darle el libro adquirido en la subasta. 

Al verlo tan acongojado, el autor le obsequia el libro. 


Duval había llegado tarde a la subasta y no había podido adquirir el libro que le había regalado a la mujer que tanto había amado, pero a quien también, movido por otras circunstancias, había hecho sufrir con crueldad.

El autor no pudo dejar de interesarse por aquel hombre que había prometido regresar, y que pasado el tiempo no daba señales de vida.  Sólo en el cementerio de Montmartre, donde se hallaba enterrada Marguerite, pudo conseguir la dirección de Armando Duval.

Este había ido a solicitar permiso a la única hermana de la difunta para exhumar el cadáver, pues, quería trasladarla a un terreno más grande y apropiado. 

El día de la exhumación, Armand estuvo a punto de desamarse al ver el cadáver de su madre en el que “los ojos eran sólo dos agujeros, los labios habían desaparecido y los blancos dientes  estaban apretados unos contra otros.

Los largos cabellos, negros y secos, estaban pegados a las sienes y velaban un poco las cavidades verdes de las mejillas”.

Armand cae enfermo y el autor vela su convalecencia, durante la cual crece una gran Amistad entre los dos.  Una noche de ésas, Armand relató al autor los pormenores de su relación con Marguerite.  (Aquí empieza el segundo bloque narrativo de la historia, contada por el propio Armand Duval.  Nota del autor).

Armand había visto a Marguerite muchas veces por plazas o calles de París, pero sólo tuvo oportunidad de conocerla personalmente en el teatro Opera Cómica, a donde había ido con su amigo Ernest.

Fue éste quien se la presentó; el comportamiento de la muchacha decepcionó a Armand, que no pudo ocultar su ofuscación al amigo, quien le aconsejo no tomar a ese tipo de chicas tan en serio “No saben lo que es la elegancia ni la cortesía, es como echar perfumes a los perros: creen que huelen mal y van a revolcarse en el arroyo”.

Después de un tiempo la encontró en el teatro Varietés, de pronto se había producido un cambio en su aspecto físico; luego se enteró que recién había regresado de Bagnéres, a donde había ido a recuperarse de la tisis que la aquejaba.

Valiéndose de una antigua amiga que era la sombrerera de Marguerite, Armand logra ir a casa de ésta. Acostumbrada a las frecuentes visitas de Prudence Duvernoy, que así se llamaba la sombrerera y confidente, Marguerite no se muestra extrañada al verla llegar acompañada de Armand y Gastón., éste último, amigo de la bella cortesana.

En plena reunión, la muchacha sufre una ligera indisposición a causa de la tisis; Armand la asiste y no puede dejar de declararle su amor.  Marguerite se siente atraída por aquel hermoso joven y lo acepta; pero con la condición que la deje llevar el ritmo de vida a que está acostumbrada.

Armand acepta las condiciones, pero a medida que pasan los días le es más difícil aceptar el ritmo de vida de Marguerite, acostumbrada a la vanidad de tener vestidos lujosos, coches y diamantes, que sólo hombres como el conde de G… puede ofrecerle.

Prudence aconseja a Armand de que no tome a Marguerite en serio, pues, ésta gasta más de cien mil francos al año y tiene muchas deudas, y que por tales motivos no puede echar al conde.  Armand se decide entonces a poner fin a sus relaciones con la muchacha y para ello decide irse a casa de sus padres.  El amor que lo abrasa día y noche lo hace desistir en su decisión por lo cual pide a Marguerite que lo perdone una vez más.

La muchacha accede y le confiesa el amor que siente por él. A partir de ese día Armand tiene que hacer grandes esfuerzos para afrontar los gastos que le acarrea sus relaciones con aquella muchacha acostumbrada al lujo.

Dando un paseo por el campo, los jóvenes amantes descubren una bella casa en un pueblecito llamado Bougival; Prudence, que les sirve de celestina en sus secretas relaciones, se encarga de que uno de los amantes de turno de Marguerite, un duque, alquile la vivienda, para que  sus “protegidos” puedan tener allí un lugar discreto para sus amoríos.

El viejo duque se rebela contra la muchacha cuando descubre que el lugar es usado para costosas reuniones pagadas de su bolsillo, y más aún cuando se entera de sus relaciones con Armand Duval, le increpa con bastante crueldad que estaba harto de pagar las locuras de una mujer nique ni siquiera era capaz de hacer que lo respetasen en la casa que él arrendaba.

Marguerite, que ya está locamente enamorada de Armand, decide cortar definitivamente con el duque, a pesar de las súplicas de Prudence para que reconsidere su decisión.  Así pasó el tiempo en Bougival, cuna del amor de Marguerite y Armand.  Un clima de sosiego cayó como brizna sobre aquel amor que parecía dejar atrás las tormentas vividas.

Pero, Armand un día descubre que Marguerite está vendiendo sus pertenencias a través de Prudence, pues, una deuda de más de treinta mil francos agobia a la joven cortesana.  Es en esos días que el padre de Armand llega a París, enterado de las escabrosas relaciones de su hijo.  Padre e hijo discuten acaloradamente produciéndose un clima de tensión entre ambos.

El señor Duval no acepta bajo ningún punto de vista las relaciones de su hijo.

Armand pone al tanto de lo acontecido a su amante quien no puede evitar su preocupación.  Pasan los días y cuando el señor Duval parece comprender a su hijo, y éste, emocionado y feliz, corre a darle la buena noticia a Marguerite, encuentra una nota de ésta, en la cual le indica que ya todo ha terminado entre los dos.

Marguerite inicia entonces sus relaciones con el conde de N…, quien la sacará de sus deudas.  Armand, humillado y herido, se refugiará en los brazos de Olympe, una bella cortesana de ojos azules, para provocar los celos de su ex amante. 

Marguerite, cuya salud empeora, no puede resistir más las escenas de celos, así como las ofensas reiteradas a que la someten Armand y Olympe y decide marcharse a Inglaterra.

Armand se entera  del sufrimiento de los últimos días de su amada a través del diario, que al morir, Marguerite dejó a su amiga Julie Duprat.  Por él se sabe que el señor Duval visitó a Marguerite en Bougival para pedirle que abandonara a su hijo, puesto que aquella relación según el padre de Armand no tenía ningún futuro.

Pero lo que convenció a Marguerite fue el hecho de que Blanche, la hermana de Armand, veía peligrar su futuro matrimonio con un noble, por la vida que su hermano llevaba en París. 

El diario, terminado por puño y letra de Julie Duprat, describe los momentos agónicos de aquella mujer, que después de haber vivido en la opulencia y rodeada por una corte de hombres importantes, terminaba su vida sumida en la miseria y en la soledad más álgida.