Hugo Barine, miembro del Partido Comunista, aparece sorpresivamente en casa de Olga Lorame, una camarada, creando en ella un desconcierto. 

Hugo había sido condenado a cinco años de prisión por haber dado muerte a un dirigente, pero lo dejan libre por buena conducta.

Olga o interroga muy preocupada sobre el hecho de que si antes de acudir a donde ella, fue a visitar a alguien.  Ante la negativa de este, la muchacha se tranquiliza. 

Cuando charles y Frantz, camaradas de Olga, tocan a la puerta esta esconde a Hugo en su habitación.  Charles interroga a Olga sobre dónde ha escondido a Hugo, pues, están enterados de que está ahí. 

Olga no tiene más remedio que decir la verdad; pero cuando Charles ordena a Frantz que mate a Hugo, Olga se interpone y pide hablar con el jefe de ambos, Louis, quien espera afuera, en el auto. 

Louis le dice a Olga que Hugo conoce muchas cosas del Partido y que los puede traicionar, poniendo así en peligro la seguridad de la Organización.  La muchacha manifiesta su disconformidad alegando que ya han perdido mucha gente por culpa de los alemanes y que no puede permitirse el lujo de liquidar al muchacho, sin averiguar siquiera si es recuperable. 

Louis reacciona sumamente enfadado dejando notar su discrepancia; para él; Barine es simplemente un pobre anarquista indisciplinado, un intelectual que sólo pensaba en adoptar actitudes, un burgués que trabaja cuando le venía en ganas y que largaba el trabajo por cualquier cosa. 

Cuando Olga le dice que no debe olvidar el hecho de que Hugo dio muerte a Hoederer (un traidor que ponía en peligro al Partido) en medio de sus guardaespaldas, Louis le dice que él duda que haya sido un crimen político y que más pareció un crimen pasional, y a que Hugo sorprendió a Jessica, su mujer, en brazos de Hoederer. 

Cuando dan las nueve Olga suplica a Louis que regrese a medianoche que a esa hora sabrá definitivamente por qué Hugo disparó contra Hoederer, y en qué está convertido ahora.  Louis acepta y se va. 

Hugo sale de la habitación la muchacha lo interroga acerca de lo que sucedió con Hoederer hace dos años.  Los acontecimientos retroceden ahora dos años atrás, donde en casa de Olga, están ella, Hugo e Iván.  En una habitación continua están sesionando Hoederer y Louis. 

A las pocas horas aparece este de mal humor, pues, ha descubierto que Hoederer lo está traicionando.  Hugo se ofrece par ajusticiar al traidor, para esto se instalará con Jessica, su mujer, en casa del traidor, como secretario personal. 

Ya instalados en casa de Hoederer, Jessica no cree que la permanencia de ella y su marido en esa casa extraña tenga por finalidad la muerte del dueño de casa;  pero no tarda en convencerse.  Ocurre un altercado cuando Slick y Georges, guardaespaldas de Hoederer, se presentan en la habitación de Hugo para realizar un registro. 

Quieren saber si Hugo porta armas.  Hugo se niega al registro y amenaza con marcharse si lo hacen.  Interviene Hoederer y calma la tensa situación.  Hugo se integra a sus labores de secretario de Hoederer y al llegar  a la habitación de este la encuentra austera pero confortable: Un escritorio y una mesa donde Hoederer acostumbra diariamente prepararse la comida por temor a ser envenenado. 

Hoederer es un animal encadenado al temor mórbido de ser asesinado en cualquier momento.  A pesar de ser un hombre sumamente desconfiado comienza a ceder confianza a Hugo y su mujer.  Cierta mañana, Hugo se hallaba inspeccionando la habitación de su jefe en ausencia de este, cuando de improviso apareció la figura de Jessica, llevando consigo el arma que servirá para el alevoso crimen. 

Hogo le recrimina su actitud y le ordena que se vaya.  En esos momentos aparece Hoederer quien no logra ver al arma, y le pide a Jessica que no vuelva a poner los pies en su oficina.  Después que Jessica se va Hoederer confiesa a Hugo que hay mucha gente que día y noche, anda pensando la forma de “despacharlo” y que algún día lo lograrán. 

Karsky y el Príncipe Paul, líderes de dos organizaciones clandestinas de la resistencia en lucha contra los alemanes, asisten a una reunión con Hoederer y le proponen que el Partido Proletario, el cual él lidera, se una a ellos: pero las condiciones en que se lo propone provoca la ira de Hoederer quien a la vez plantea las suyas. 

Hugo, que está presente en la reunión, se levanta de improviso y manifiesta su disconformidad con la actitud de Hoederer a quien le increpa que el Partido no lo apoyará en esa coalición, que a su manera de ver, es una traición al Partido.   En ese instante un atentado interrumpe la reunión. 

Una bomba es lanzada contra la oficina de Hoederer pero sin mayores consecuencias.  Georges y Slick realizan las investigaciones del caso y determinan que el artefacto fue lanzado desde el jardín.  Después del atentado, Hugo bebe tanto que habla indiscretamente delante de Georges y Slick; tan sólo, la oportuna presencia de Jessica, salva la difícil situación de su marido.

Olga, logrando eludir la vigilancia que existe en la residencia de Hoederer, logra llegar hasta la habitación de Hugo a quien encuentra con una resaca tremenda.  Olga es quien lazó la bomba.  Recrimina a Hugo el no haber dado muerte a Hoederer como se había estipulado y de haber dejado pasar ocho días para un asunto que necesitaba un día tan sólo. 

Olga le dice además que los compañeros piensan que él es un traidor y que han decidido reemplazarlo.  Hugo amenaza con abandonar el Partido bolchevique debe unirse a sus antiguos adversarios para hacer la revolución; par Hugo Barine, el Partido no debe entrar en ninguna alianza para mantener su seno inmaculado y, menos aún, con aquellos que en tiempos pasados asesinaron a muchos compañeros. 

Después de esta discusión, Hugo comunica a Jessica su firme decisión de asesinar a Hoederer. 

Esta va a ver a Hoederer quien al principio se muestra reacio a recibirla, pero a tanta  insistencia, este la recibe.  La mujer le dice que Hugo quiere asesinarlo; pero el líder del Partido le manifiesta que ya lo sabe: Jessica le confiesa que si ha delatado a su marido es por temor a que le suceda algo y, que además, él no tiene la convicción de asesinarlo ya que lo quiere demasiado, pero que ha recibido órdenes que deberá cumplir. 

Hugo aparece portando un revólver que esconde en el bolsillo de sus pantalones.  Jessica se ha escondido para no ser vista.  Hoederer convence a Hugo de que no cometa un crimen y lo manda a que descanse.  Jessica sale de su escondite y se insinúa a Hoederer quien la abraza y besa ardientemente.

Hugo, que regresaba en ese momento, encuentra besándose y dispara tres tiros contra Hoederer.  Slick y Georges acuden al escuchar las detonaciones y tratan de lanzarse contra Hugo, pero Hoederer, aún agonizante, los detiene diciéndoles que no le hagan nada porque no ha disparado por convicción sino por celos. 

La escena vuelve en este punto nuevamente a casa de Olga, dos años después del crimen.  Son las doce menos veinte, y ya no tardará en aparecer Louis.  Olga pregunta a Hugo si mató Hoederer por el hecho de haberlo encontrado en brazos de su mujer. 
Hugo permanece en silencio, en el fondo sabe que no lo ha hecho por celos. 

Estos han sido, sencillamente, la ocasión  incitadora, la sacudida que puso en marcha de forma fortuita un complicado mecanismo que ni él mismo acierta a entender: los sentimientos contradictorios de su afecto por Hoederer y su rencor al percibir oscuramente que lo han convencido, aún a su pesar, los argumentos de su jefe, a despecho de sus rígidas normas morales, su afán de ligarse con un crimen par sentirse de verdad unido al Partido de cuyos miembros se siente rechazado. 

Su ansia de ser uno más, de obedecer y de cumplir la disciplina que este impone.  Quiere persuadirse a sí mismo de que lo mató por pasión política, porque su muerte era imprescindible para la causa. 

Posteriormente, restablecidas las comunicaciones con Rusia, se entera que la línea del Partido es ahora la misma política de colaboración con los ugalistas y los liberales; comprende que su crimen ha sido inútil. 

Si la memoria de Hoederer ha de ser rehabilitada, si su muerte va a ser considerada como un mero azar, como un lance imprevisible en la lucha cotidiana, entonces es cuando se desvalorizará su auténtica talla humana. 

Un hombre como Hoederer muere por sus ideas y no por casualidad; mucho menos por una cuestión de celos.  Él lo mató porque lo quería y admiraba y, para que su muerte recobre su sentido, debe ir acompañada por la suya propia. 

Cuando los hombres de Louis llaman a la puerta, Hugo arremete contra ellos cayendo a tiros.