Un musicólogo de origen cubano se ha instalado en Nueva York.

El hastío que siente al volver del teatro donde su mujer actúa invade hace mucho también sus relaciones matrimoniales, inmersas en la rutina y carentes ya de amor.

El personaje relata la historia a modo de un diario, cuando se queda solo por un tiempo, pues su esposa debió partir a otra parte del país y él, aburrido de su trabajo como publicista, dispone de unas semanas de vacaciones.

Casualmente, encuentra a un viejo amigo, quien lo induce a continuar sus investigaciones sobre el origen mimético de la música, y a viajar por América para estudiar la música de los pueblos primitivos, pues la universidad le ha hecho una atractiva propuesta en ese sentido.

Mouche, amante del narrador, una astróloga irresponsable, le propone aceptar el encargo de la universidad e irse luego en viaje de placer al trópico.

Para cubrirse, sugiere falsificar los instrumentos musicales primitivos para entregarlos después como prueba de la pesquisa.

Él acepta la proposición de la universidad y se va a América del Sur con su amante.

La ciudad a donde llegan está sumida en una guerra civil que los obliga a estar encerrados todo el tiempo.

Entonces siguen su camino hacia la selva del sur, identificada con el área del alto Orinoco, en Venezuela, para cumplir el compromiso contraído con la universidad.

Durante el trayecto, en un pueblecito al borde de la selva, el protagonista conoce a Rosario, mestiza que lo cautiva y le hará rechazar a Mouche, quien regresa a Nueva York.

Paralelo a su largo y accidentado viaje, que llega hasta Santa Mónica de los Venados, compartiendo la vida primitiva de los habitantes del lugar.

El protagonista realiza mentalmente un viaje regresivo a través del tiempo, mediante el cual razona acerca de los contrastes entre la civilización y la vida elemental del hombre en sus inicios.

Se remonta al romanticismo, luego al renacimiento, después a la antigüedad clásica, de ahí a la edad de piedra, hasta llegar al mismo Dios antes de la creación.

El viaje por parajes selváticos comienza después de la estancia en un albergue cuyo nombre, Los Recuerdos del Porvenir, remite a la ambivalencia del viajero, situado entre dos culturas con las cuales se siente comprometido.

Por un lado, prefiere a Rosario y a su gente; por el otro, necesita la civilización de donde proviene.
Su gran hallazgo musical es el Treno del hechicero, un canto funerario de los indios de la selva que sólo puede escucharse en ocasiones excepcionales.

Vuelve a Nueva York, de donde piensa traer lápiz y papel suficientes con que plasmar la impresionante música, pero sobre todo porque quiere divorciarse de Ruth, su esposa, y dar cuenta de sus descubrimientos a la universidad, para después regresar a la selva.

Mientras tanto, su esposa abandona el teatro y lo acompaña constantemente. Él ha prometido a un periódico la entrega del reportaje de su viaje, porque pretende regresar junto a Rosario y dejar a Ruth protegida económicamente.

Más ella no acepta la ruptura. Por otra parte, en el diario le rechazan el reportaje cuando sus dirigentes se enteran del posible divorcio y también el musicólogo pierde el empleo en la empresa publicitaria.

Entonces compone música para el cine. Seguro de poder reconocer el lugar donde se sienta dueño de su vida, regresa a América del Sur, pues "en Santa Mónica de los Venados, mientras estoy con los ojos abiertos, mis horas me pertenecen. Soy dueño de mis pasos y los afinco donde quiero".

Una vez en el sur, busca las señales que dejó en su primer viaje. Recorre una y otra vez la maraña impenetrable de la selva. Pero el río, crecido, ha cubierto las pistas y no puede encontrarlas.

De pronto cree ver solucionado su problema cuando se encuentra a Yannes, el griego a quien había conocido en su primer viaje, y le pide transportarlo a Santa Mónica; pero el griego ha descubierto una mina y no puede perder tiempo en nimiedades.

Además, le informa que Rosario ya tiene marido y está embarazada. El protagonista, dolorido, regresa a Nueva York.
Aquel desarraigado siente que nunca debió abandonar a Rosario, cuya visión de la vida, sin embargo, le es totalmente ajena.

Comprende también que al perderla naufragó para siempre su posibilidad de ser feliz, porque luego de su experiencia en la selva no consigue integrarse a ese mundo civilizado por el que ahora siente sólo indiferencia o, tal vez, una especie de desprecio.

Esta historia es una excelente alegoría de la separación cultural existente entre dos mundos, al parecer, irreconciliables, haciendo ver el contraste entre la vida en las grandes metrópolis modernas y la selvática.

El músico, de raíces hispanas, es un desarraigado en Nueva York; pero lo es también en Santa Mónica, donde no podría crear la obra que ha soñado.

En esa dualidad de sus ambiciones y en la divergencia geográfica de sus anhelos personales y profesionales, está su tragedia.