Doña Benigna, criada de doña Paca, se ve obligada a mendigar para proveer no solo las necesidades de su ama, sino también de una hija de ésta y de frasquito Ponte, un anciano venido a menos.

Doña Paca entiende que, aunque en este momento está en miseria, su anterior condición de mujer rica le impide trabajar.

Benigna, a fin de no herir la susceptibilidad de su ama, para justificar el dinero que trae a casa dice servir en la de un sacerdote. Uno de los compañeros mendicantes de Benigna es el ciego Almudena quien, a pesar de la edad avanzada de la criada, pretende estar enamorado de ella.

Ambos mendigos caen presos, y una nueva situación trastocará la vida de Benigna.

Mientras se encuentra en la cárcel, doña Paca y su familia son informados de haber recibido una herencia que los sacará de la miseria.

Benigna vuelve a su antiguo hogar, pero allí todo ha cambiado: Juliana, la nuera de doña Paca, que ha tomado las riendas de la casa con el fin de evitar nuevos despilfarros decide,

además, que la criada Benigna está muy vieja para realizar los quehaceres domésticos.

Benigna, al comprobar esta injusticia, se marcha dolida, aunque satisfecha de haber cumplido con todo lo que su conciencia le había indicado.

Juliana comienza a sentirse inquieta por la suerte de sus hijos, ya que imagina que un maleficio pesa sobre ellos, conjurable solo a través del perdón de la mendiga.

Benigna la consuela y Juliana regresa aliviada a su casa.