La obra se inicia con la boda de Casilda y el labrador Peribañez. 

Después de la bendición del cura, los contrayentes se enfrascan en un diálogo amoroso donde ambos se halagan mutuamente y manifiestan lo afortunados que son. 

Seguidamente, se escucha el canto de bodas, donde desposados e invitados danzan alegremente.  Como colofón de la fiesta, Bartolo, otro labrador amigo de Peribañez, trae tres novillos para que sean corridos. 

Peribañez desiste en su intento de enfrentar a uno de los animales a solicitud de Casilda, quien considera inoportuno que un recién casado arriesgue su vida así. 

El Comendador de Ocaña (los comendadores eran los representantes típicos de la anarquía reinante durante el siglo XV en España, personaje muy utilizado por los dramaturgos de la época) se enfrenta al novillo y es herido gravemente. 

Marín y Luján, dos lacayos, se encargan de colocar al Comendador en una silla, y junto a Peribañez, van a buscar al cura, pues ya dan por hecho la muerte del ilustre invitado.  El Comendador, llamado Fadrique, recobra el conocimiento y, al ver a Casilda, queda prendado de la belleza de ésta. 

La entrada de Peribañez interrumpe el diálogo entre su esposa y don Fabrique, luego cuando llegan Marín y Luján, los Lacayos de don Fadrique se retiran, dejando solos a Casilda y Peribáñez quienes, en un ingenioso diálogo, ponen al corriente al lector de los deberes de los esposos. 

Asesorado por Marín, Fadrique decide enviar a Peribáñez dos mulas de regalo por la atención recibida en la casa de éste, pero en el fondo, su intención es ganarse la confianza del labrador para acercarse a Casilda. 

Pero será el mismo Peribáñez quien facilite las cosas al malévolo Comendador.  Casilda pide a Peribáñez que la lleve a Toledo para asistir a la fiesta de Agosto, y para esto el enamorado acude a casa de Fadrique a solicitarle  algunos adornos para ataviar el carro donde llevaría a su esposa. 

El Comendador se deshace en atenciones hacia el inocente labrador, quien recibe no sólo lo solicitado, sino las mulas y algunos regalos para Casilda.  Peribáñez llega a Toledo con su mujer y dos primas de ésta, Constanza e Inés. 

Ahí pueden apreciar al rey, quien con una gran comitiva ha asistido a la fiesta donde se le rinden los honores correspondientes.  Disimuladamente llegan también a la ciudad, Fadrique y Luján, quienes contratan a un pintor, para que desde una distancia pertinente, elabore un bosquejo de Casilda para un retrato posterior. 

De regreso a Ocaña, Peribáñez se dirige a una cofradía donde Blas, Gil, Antón y Benítez, labradores del lugar, discuten sobre quién podría ser el oficial de la cofradía para que se encargue de la distribución de gastos y de todo lo referido a organización. 

Al final, Peribáñez es elegido y deberá partir a Toledo llevan do la imagen de San Roque, patrono de muchos pueblos de España, para su refaccionado, Leonardo, criado de don Fadrique, aprovechando la ausencia de  Peribáñez, enamora a Inés en un baile, logrando así estrechar las distancias que separan al Comendador de Casilda. 

Luján, otro  criado del Comendador, finge ser segador y se instala como tal en el portal de Peribáñez con el pretexto de pasar allí la noche, de ahí espiará a Casilda, y de ahí también abrirá la puerta cuando los otros segadores duerman para que el comendador pueda abordar a la mujer de Peribáñez cuando éste parta a Toledo. 

Reunidos en el portal después de una dura jornada, Llorente, Mendo, Bartolo, Chaparro, Felipe y el impostor  Luján, comienzan a cantar como cerrando el día.  Cuando ya todos duermen, Lujan abre la puerta al Comendador, quien en términos encendidos declara su pasión a Casilda; ésta se niega rotundamente a sus deseos. 

Ante los llamados de Casilda, los segadores acuden en su ayuda, pero el Comendador y sus secuaces han logrado huir, Peribáñez, mientras tanto, se llega en Toledo a casa de un pintor que es casualmente el mismo a quien don  Fadrique ha encargado el cuadro de Casilda. 

Ve el retrato de su esposa y, presa de los celos, se dirige velozmente a Ocaña.  Peribáñez sospechaba también de su mujer, pero cuando el pintor le dijo que la mujer ignoraba que la habían retratado, un hálito de esperanza penetró en el herido corazón del labrador. 

El Comendador declara a Leonardo que el rey le ha enviado una carta solicitándole gente de Ocaña, y que él aprovechará esta oportunidad para deshacerse de Peribáñez, enviándolo como cabeza y capitán de una compañía de cien labradores.

Peribáñez llega a Ocaña y oye a los segadores una copla en la que exaltan la belleza y fidelidad de Casilda, y reprochan al comendador su atrevimiento: … “La mujer de Peribáñez / hermosa esa maravilla; l/ el comendador de Ocaña / de amores la requería. 

/  La mujer es virtuosa / cuanto hermosa y cuanto linda / mientras Pedro está en Toledo / desde suerte respondía: / Más quiero yo a Peribáñez, / con su capa la pardilla,  que no a voz, comendador, / con la vuesa guarnecida”. 

El honrado labrador se avergüenza por haber dudado de su mujer.  Mientras tanto, Inés cuenta a Casilda que Leonardo quiere casarse con ella y le reprocha el hecho de que trate al comendador con desdén, estando su amado unido a éste. 

La conversación entre las primas se ve interrumpida por la llegada de Peribáñez quien se abraza fuertemente con su mujer, como queriendo calmar en algo su conciencia por haber dudado de ella. 

La sombra de Fadrique no tarda en aparecer nuevamente en el hogar del labrador; ahora es Luján quien lleva a Peribáñez la noticia de que el comendador desea verlo urgentemente. 

Enterado de su partida, Peribáñez encomienda su hogar y su mujer al comendador, a quien las palabras del labrador dejan un sabor a cierta sospecha por parte de éste con respecto a su mujer. 

Peribáñez parte a Toledo al mando de una compañía de cien hombres no sin antes despedirse a su esposa y llevarse un listón negro, obsequio suyo.  Leonardo se avecina a casa de Peribáñez y manifiesta  a Inés que el comendador está como loco por ver a Casilda, Inés le dice que acuda de noche que ella le facilitaría la entrada. 

La sombra de los celos se cierne sobre Peribáñez, y junto co0n Luján se introduce en casa de éste con la anuencia de Inés.  Trepando por las tapias de la huerta de Antón.  Peribáñez logra llegar a la sala de su casa.  Cuando siente voces cerca, se esconde tras un saco de harina para no ser visto. 

Aparece Casilda, quien seguida de su prima Inés, le recrimina a ésta el haber estado hablando con un hombre; Inés se niega pero en ese momento aparece el comendador quien amenaza a Casilda, que de no someterse a sus requerimientos, correrá la voz que la encontró en brazos de Luján, con lo cual el aprieto sería mayor. 

Inés y Luján se retiran pensando que dejándolos solos quizás lleguen a un entendimiento.  Sale Peribáñez de su refugio lleno de ira y desenvainando su espada acomete contra el infame hiriéndolo gravemente. 

Llega Leonardo y al encontrar a su amo agónico, quiere vengarse, más Fadrique se lo impide diciéndole que Peribáñez actuó con justicia, pues, fue él quien trató de deshonrar a Casilda. 

Luján a Inés, por cuya ayuda el comendador ha logrado entrar, perecen también a manos de Peribáñez.  Luego éste huye con su mujer a Toledo.  Enterado el Rey don Enrique III de Castilla de la muerte del comendador de Ocaña, ofrece mil escudos de recompensa a quien capture o de muerte a los fugitivos. 

Peribáñez se presenta con Casilda ante el rey y cuenta todo lo acontecido.  “Enrique el justiciero”, haciendo honor a su apelativo, comprende lo expuesto por Peribáñez y lo nombra capitán.